Violencia en el Noviazgo

2022-02-11
Las agresiones en el noviazgo son una radiografía anticipada de los casos más severos de violencia dentro de las relaciones de pareja.

El noviazgo es una relación en donde se debería expresar el amor como el sentimiento innato que nos impulsa a proteger y hacer el bien a la otra persona; sin embargo, en México gran parte de las y los adolescentes han sufrido algún tipo de violencia en esta etapa de su vida. La violencia psicológica y física en la etapa del noviazgo es la antesala de relaciones tormentosas y matrimonios dolorosos.

Más allá de estadísticas y datos duros, el que las autoridades los midan solo les determina a  definir planes para tratar de corregirlo, aunque con ello solo se matiza la gravedad real y los alcances verdaderos tan nocivos y destructivos para la sociedad en general. La violencia en las adolescentes y en las mujeres a cualquier edad debe atenderse como el gran problema que es, no debe ser parte de un programa de promoción de quienes quieren llegar al poder o de quienes ya están. Porque mientras haya mujeres lesionadas y violentadas tendremos una sociedad lesionada.

La Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (ENVIN) revela que 76% de los adolescentes de 15 a 17 años ha sufrido violencia psicológica por parte de su pareja. Pero antes que eso, a la par de medir, mejorar en acciones de justicia y atención, lo ideal sería que existieran programas sociales informativos y formativos para las y los adolescentes en los que se les enseñe a identificar costumbres y acciones que incluso en sus familias pueden haber visto de manera normal. La mayoría de los casos en los que la violencia tiene su origen en el noviazgo en parejas jóvenes, ocurre que en la nube del enamoramiento se difumina la realidad amenazante que desde hace muchos años forma parte de la cultura de nuestra sociedad; una realidad que se arrastra desde generaciones atrás, que se ha alimentado en la actualidad, y que de no atenderse y corregirse destruirá a las generaciones futuras.

Las y los  jóvenes se conducen en relación a lo que han aprendido en sus entornos más cercanos como la familia y los amigos, y la mayoría de los veces a la edad en la que inician una relación amorosa desconocen la responsabilidad que tienen al ejercer su libertad de acción; esto quiere decir que se distraen en la inercia de las relaciones y de sus costumbres; con ello pierden de vista el que podrían detectar muy a tiempo las amenazas de lo que luego se puede convertir en una relación tormentosa y que a nuestros días, es foco de violencia hacia las mujeres.

La violencia psicológica, en la que el agresor busca controlar y aislar a la pareja con agresiones verbales, insultos, acusaciones y celos excesivos, puede ser difícil de identificar, ya que al no haber golpes físicos, los adolescentes no perciben que están viviendo una relación violenta e incluso pueden confundir esas conductas como indicadores de cariño. Los empujones, los tirones de pelo, las cachetadas, las burlas o los insultos son conductas agresivas que se presentan más de lo que se cree entre las y los jóvenes y son malinterpretadas como juegos o expresiones de afecto. ¿Cuántas veces no se ha escuchado la típica frase “si no me cela no me quiere”?

Cierto es que la realidad de la violencia hacia las mujeres, supera todo proyecto de mejora que hasta ahora los gobiernos hayan dicho o propuesto hacer. Según la Organización Mundial de la Salud, 3 de cada 10 adolescentes denuncian violencia en su relación. Muchas de las mujeres que son maltratadas durante el matrimonio vivieron violencia en el noviazgo y no la identificaron.

En las relaciones de noviazgo se han creado mitos que favorecen las conductas violentas, como pensar que el romanticismo es fundamental en la relación o que mi pareja debe hacerme feliz. Las bases de una buena relación son el respeto, la comunicación y la confianza. En una relación saludable la pareja respeta sus límites, que pueden ser físicos, emocionales y sexuales. También se respetan los objetivos del otro, ya sean personales, profesionales o educativos.

Es importante identificar a las personas agresoras, quienes por lo regular tienen características comunes, como querer controlar lo que hace su pareja, exigen explicaciones, vigilan, critican y exigen que su pareja cambie su forma de vestir y maquillarse. También quieren saber dónde va la persona, sus horarios y el tiempo y lugar en el que estuvo, lo que comprobarán con llamadas telefónicas o visitas sorpresivas a la casa de su pareja. El agresor la culpa de todo lo que sucede, no reconoce ninguna responsabilidad sobre la relación, amenaza con abandonarla, se niega a hablar de los conflictos que tiene y promete cambiar, incluso puede amenazar con quitarse la vida como medio de manipulación.

Al respecto de todo esto,  sustraigo un fragmento de mi reciente libro  LAS REINAS NO SE RAJAN: “cuando te relacionas con alguien que tiene problemas de ira, debes entender que esa persona necesita atención profesional. Luego de un episodio de violencia viene el arrepentimiento. El agresor llora, promete y hasta puede jurar de rodillas, pero el desajuste continúa allí y los episodios vuelven a repetirse cada vez con mayor intensidad”

La adolescencia es un momento ideal para intervenir, para romper el ciclo de la violencia doméstica y prevenir la violencia en el noviazgo, en donde se deben involucrar padres y docentes con el uso de manuales y estrategias para prevenir y erradicar esas conductas. Pero sobre todo es el momento en el que las y los jóvenes deben comenzar a practicar la responsabilidad de acción, procurando estar atentos e identificar cualquier acto que vulnere su integridad. Más  allá del amor entre adolescentes debe prevalecer el amor propio y la responsabilidad de existir de forma saludable dentro de los límites del respeto.